CUENTOS QUE CURAN - ESENCIA






Por Teresa Martín Gómez - Tu esencia está dentro de ti, tú eres un ser único y maravilloso, espero que leer el mensaje del hada te ayude a recordarla.



Querido árbol, tú eres querido y especial justo como eres, ¿no crees que si en este espacio el bosque quisiéramos otro árbol lo habríamos plantado? Este espacio es el espacio reservado para ti, para que seas exactamente como tú eres- y añadió- te voy a poner una tarea y, la primavera que viene volveré a comprobar si has sido capaz de crecer y dar fruto. Es muy sencillo: se trata de que des todo tu amor a cualquier ser vivo que se te acerque,

El hada de los bosques se dio cuenta de que uno de los árboles jóvenes, que debería crecer fuerte, no daba frutos, ni aroma, ni dejaba que las florecillas propias de su especie brotarán, muy preocupada fue a visitarlo y le preguntó qué ocurría, el árbol contestó:

- Querida hada, yo soy pequeño y estoy rodeado de árboles fuertes y frondosos, mira el pino que hay justo a mi lado, casi llega al cielo y tiene piñas que la gente viene a recoger en otoño, el castaño, cada día está más alto, el naranjo da una fruta deliciosa y yo, soy pequeño y quejumbroso, nunca seré capaz de nada.

El hada del bosque sonrió y le contestó paciente:

- Querido árbol, tú eres querido y especial justo como eres, ¿no crees que si en este espacio el bosque quisiéramos otro árbol lo habríamos plantado? Este espacio es el espacio reservado para ti, para que seas exactamente como tú eres- y añadió- te voy a poner una tarea y, la primavera que viene volveré a comprobar si has sido capaz de crecer y dar fruto. Es muy sencillo: se trata de que des todo tu amor a cualquier ser vivo que se te acerque, a tus compañeros árboles que te rodean, a los pajarillos que se posan en tus ramas, a las personas que caminan por el bosque; hagan lo que hagan los demás tú solo encárgate de dar amor.

Y así lo hizo, el pequeño arbolillo empezó a quererse más a él mismo, a sentirse orgulloso de lo firme que estaba con su pequeño tamaño, a atraer a pajarillos que se posaban en sus ramas, algunos incluso anidaron en ellas, incluso alguna niña se abrazó a su tronco interrumpiendo el paseo con sus padres. A través de sus ramas, empezó a relacionarse con el resto de los árboles del bosque y cada vez se sentía más seguro y querido.

Entonces llegó la primavera y el arbolito esperó paciente a que los renuevos empezaran a salir de sus brazos, vio unas primeras hojillas verdes desperezándose a través de unos pequeños brotes que asomaban tímidamente. El árbol había creado gran expectación en el bosque, era el único que tenía un problema semejante y como había dado tanto amor, todos los habitantes del mágico lugar esperaban con alegría la llegada de flores y frutos a sus ramas. Sin embargo, la primavera avanzaba y mientras otros compañeros estaban primero llenos de flores y luego de frutos deliciosos, él apenas consiguió que salieran un par de hojas de sus ramas.

El hada acudió de nuevo y observó la situación, había cumplido con su tarea, sin embargo y, pese a que encontró al arbolillo mucho mejor no terminaba de florecer.

- Está bien, te pondré una nueva tarea- le dijo con cariño- además de dar amor tienes que tener mucha fe, verte a ti mismo lleno de flores y de frutos y disfrutar de cada día en el bosque, valorar las pequeñas hojitas que te vayan saliendo y si sólo aparece una flor, disfrutar su perfume y cuidarla.

Y así lo hizo, a pesar del frío, el viento y la lluvia, pasó el duro invierno confiado en que con la llegada de la primavera todo cambiaría, por fin sentiría que su vida de árbol tendría sentido, nada se lo impediría esta vez. Siguió dando amor a los que le rodeaban y cada día se volvía más popular en el bosque, sus compañeros estaban dispuestos a ayudarle como fuera posible, alejaban sus raíces y dejaban que todo el agua llegara al enjuto arbolillo, los árboles de hoja perenne utilizaban sus hojas para cubrirle y evitar así que se helara y los de hoja caduca le enseñaban sus hojas diciéndole –las tuyas serán incluso más bonitas que éstas- nuestro arbolillo estaba lleno de fe, ya sentía la alegría que trae consigo el amor, se sentía contento de antemano viéndose a él mismo lleno de flores y de frutos.

Entonces llegó la primavera, los pajarillos volvieron y se convirtieron en periodistas de la noticia más codiciada en todo el bosque ¿daría fruto el arbolillo escueto y pálido que tanto amor daba y tanta fe tenía?

Habían pasado ya unos días desde la llegada de la primavera cuando el arbolillo observó una hoja en sus ramas, y de esa hoja salió una flor blanca con el centro en un rosa precioso y que desprendía un olor jamás percibido en el bosque antes. Los pajarillos extendieron la noticia y toda la arboleda se sintió alegre y feliz, por fin el arbolillo florecía, nuestro protagonista hizo como el hada le había pedido, valoró la hoja y la flor, apreció su perfume y la cuidó con mucho cariño. Cada mañana se levantaba contento y confiado, esperando que esa flor fuera la primera de muchas otras que salieran de sus ramas pero nada, el milagro no sucedía.

Llegó el verano, su flor se marchitó y nada nuevo había ocurrido en él. Cuando el hada fue a verle le encontró llorando desesperado, no quería hablar con nadie, ni quería que ningún pajarillo se posara en sus ramas, era huraño con sus compañeros y el hada no conseguía sacarle de su mutismo, hasta que al final lleno de ira exclamó.

- ¡Déjame en paz!, ¡vete!, ¡no quiero verte!, me has engañado, nunca seré nada más que una percha de ramas secas, no sirvo para nada ¿no lo ves? Nada de lo que me has dicho ha tenido resultado, eres una mentirosa, no debería haberte creído jamás.

El hada que era sabia y sabía que la rabia era la portavoz de la tristeza profunda no se había sentido ofendida, sin embargo, se paró a reflexionar un momento, “a lo mejor no es un árbol que florezca en primavera, puede que sea de verano o incluso que esa flor haya sido un espejismo y sea un árbol de invierno” y le preguntó al arbolillo.

- Pero vamos a ver ¿tú qué árbol eres?

El arbolillo furioso contestó- ¿Cómo qué qué árbol soy? ¿Acaso no lo sabes?- gritaba con toda su rabia- soy…, soy un…-no pudo continuar, pálido miró al hada mientras decía en un susurro- soy un…, soy un… ¡Ni siquiera sé quién soy!

El hada sonrió y con una mirada dulce de esas que solo tienen las hadas le dijo

- Pensé que eso lo tenías claro, esa información está dentro de cada uno de nosotros, nadie te puede decir quién eres, sólo tú, busca en tu interior, allí está la respuesta.

- Pero ¡Dímelo tú! ¡Dime quién soy hada malvada!-gritaba el arbolillo desesperado, sin embargo, el hada ya había desaparecido pero sus polvos mágicos, esos que desprenden las alas de las hadas seguían susurrando “busca en tu interior” “busca dentro de ti”

El árbol se quedó desesperado, ¿Dentro? ¿Dónde iba a buscar? Se había pasado toda su vida fijándose en sus compañeros, en el mundo del bosque, en todo lo que sucedía a su alrededor, incluso en sus ramas, pero ¿dentro? ¡Él no sabía mirar dentro!

Pasó mucho tiempo antes de que el árbol dejara de llorar, se sentía solo, desconsolado y se preguntaba una y otra vez por qué no podía ser como los demás, por qué no había sido mejor un pajarillo o incluso una persona. Para empeorar las cosas, los habitantes del mágico lugar, intentando ayudar, daban su opinión asegurando estar en lo cierto: “yo creo que es un cerezo” decían unos, “no, no es un alcornoque” replicaban otros “créeme arbolillo, eres un lilo” dijo un Enebro con fama de mágico. Así, unos días se sentía un haya, otros un tilo, otros un arbusto de té, y escuchando a sus compañeros se hizo todavía un lío muchísimo más grande del que ya tenía.

Un día de otoño, cuando los árboles de hoja caduca empezaban a mostrar sus desnudas ramas y se sentía más triste y más perdido que nunca, decidió que había llegado el momento, por última vez seguiría el consejo del hada.

Comenzó a mirar a su alrededor y a darse cuenta de que él no era el resto de sus compañeros, tampoco él era sus ramas, cierto era que las ramas formaban parte de él pero él no era eso, ni su corteza, ni siquiera su única flor, él estaba dentro del fino tronco pero tampoco era el tronco ¿qué era? Sentía curiosidad, se recorría a sí mismo por la mañana y por la noche y se decía, ¡Qué curioso! ¡Estoy aquí! Sabía que su esencia era bonita, así lo había empezado a sentir, ahora, era capaz de sentir sus raíces alimentándole, el viento acariciarle, la frescura de la lluvia y las cosquillas de las hierbas que crecían a su alrededor.

¡Mis raíces! Pensó un día al despertarse y empezó a preguntarles a ellas: ¿quién soy? Las decía, ellas le mantenían firme en el suelo cuando el viento azotaba o el temporal arreciaba pero tampoco él era sus raíces. Y así continuó durante todo el otoño y todo el invierno ¿quién soy se preguntaba? Todavía no conocía la respuesta pero al menos, había comenzado a sentirse, a fluir, a ver todos los procesos que se daban en su interior y en su exterior, a ser consciente.

El invierno estaba acabando y todavía no había descubierto de qué especie de árbol se trataba, aunque ahora, le importaba menos, estaba más y más conectado con su esencia, sabía que estaba allí, notaba la sabia, las ramas flexibles el tronco firme. Pero su esencia estaba escrita en todas y cada una de las partes que lo formaban.

Justo la noche en que terminaba el invierno nuestro arbolillo tuvo un sueño, se vio a sí mismo en medio de un campo enorme, había muchos árboles como él, de pronto, todos casi a la vez empezaron a dar flores, esas flores blancas y rosas, sintió el olor de sus antepasados, de sus padres, de esa gran familia que le intentaba comunicar algo, en el sueño veía como las flores caían y los árboles daban un fruto en forma de gran lágrima, era un fruto delicioso y apreciado, tenía unas propiedades increíbles y un sabor prodigioso. Se sintió feliz de ser exactamente quién era.

Cuando despertó le costó un rato recordar lo que había soñado pero de repente un gozo interior empezó a poseerle, una nueva sensación de alegría, antes desconocida le subyugó y gritó a los cuatros vientos

¡Soy un almendro! ¡Yuhuu! ¡Soy un almendro!

Los pajarillos se encargaron de difundir la noticia

- ¡Es un almendro!- decían-¡Es un almendro!

- Nunca he visto un almendro- dijo la encina- que suerte que haya uno entre nosotros.

El pequeño almendro estaba lleno de alegría, sabía quién era, su esencia de almendro maravilloso y único estaba en él, ya no le importaba si daba fruto o no, era un almendro y estaba orgulloso de serlo.

El hada entonces le visitó de nuevo

- He oído que eres un almendro- dijo

- Sí, sé que soy un almendro, no lo sé por mis flores ni por mis ramas, ni por mi corteza, sé que dentro de mí soy un almendro.

- Me alegro-dijo el hada acariciando sus ramas- es muy difícil dar naranjas, lilas, limones o granadas siendo un almendro, ahora que ya sabes lo que eres, puedes dar tu propio fruto.

Y así fue, esa misma primavera el almendrito se lleno de unas flores maravillosas que daban un olor tan bueno que todo el bosque se sentía dichoso y agradecido.

Nuestro amigo empezó a crecer y a convertirse en un árbol fuerte, oloroso, lleno de flores y de frutos.

El hada del bosque se sintió muy feliz con el resultado obtenido por el almendrillo y visitó entonces al hada de los hombres para contarle la historia.

- Entre tus hombres hay muchas personas buenas pero, ¿estas segura de que saben quiénes son?- preguntó

El hada de los hombres se quedó pensativa: quizás si los hombres supieran que ellos son todo amor, todo energía e infinitos no vivirían tan preocupados.

Por si el hada de los bosques tuviera razón, nuestro hada, el hada de los hombres vino ayer a mis sueños y me pidió que escribiera este cuento.

Me susurró que las personas, somos seres infinitos, maravillosos, mágicos y poderosos, pero para dar fruto primero tenemos que buscar dentro de nosotros y saber que no somos nuestro cuerpo ni nuestra mente, ni mucho menos nuestras circunstancias.

Tu esencia está dentro de ti, tú eres un ser único y maravilloso, espero que leer el mensaje del hada te ayude a recordarla.


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